miércoles, 14 de abril de 2010

Tiempo ha desde...

Queridos amigos imaginarios provenientes de las rocosas cavernas del suroeste asiático, debo confesar que en los tristes delirios de grandeza de ciertos animales domésticos he perdido en el horizonte al horizonte mismo. Imaginaos el grado de perdidumbre que hasta la razón de estar perdido se ha perdido en medio del cielo, y es que el cielo a veces tiene por amantes a latas de guisantes que nunca fueron abiertas por la ávidas bocas humanas. Es en este punto en donde uno se pierde, pues ¿como probar dichos guisantes enlatados sin abrir la si no lata? Y es que no abrir la lata es lo importante, pero no deja de ser menos importante el probar los guisantes y degustar su desconocido sabor. Pues ¿si no hemos probado los guisantes como sabremos que abrir la lata merece la pena? Para ello debemos abrir la lata y cortarnos las manos con sus bordes filosos. Tal vez podamos practicar el acto con latas de cacahuetes fritos en miel, con latas de atún en aceite de oliva extra virgen o con latas de maíz dulce, pero no, no es lo mismo, ya que la lata sigue siendo lata y tan solo es el contenido lo que varía....
Adiós

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